Su tono grave y solemne preside siempre los albores de las grandes solemnidades y según viejas crónicas, para ponderar su tamaño se contaba que debajo del arco que forma su boca podían cobijarse cómodamente siete zapateros sentados en sus taburetes y alrededor de un velador; y decían zapateros porque éstos contribuyeron a su adquisición e impusieron ciertas prerrogativas, entre ellas la de poderse guarecer debajo de la "Tomasa" en caso de lluvia. Por haberse roto en el mes de mayo de 1758, después de dos siglos de uso, fue vaciada de nuevo y bendecida dos meses más tarde, respetándola el nombre que llevaba, el que le ha dado gran popularidad, hasta el punto que en el día de su festividad, el 29 de diciembre, "cuan toca per ella mateixa", muchos ciudadanos no se pierden la oportunidad de oír su son y hallarse cerca, a la vista de su campanario, por el inigualable placer de oírla, pues, según ya hemos dicho, "en aquella fecha suena como nunca".
Mis campanas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario