En el paseo central del Parque Juan Carlos I emerge esta escultura llena de fuerza.
El autor, Mario Irarrázabal , ya hizo famosa esta imagen en una playa de Punta del Este o en el propio Desierto de Atacama: unos dedos que emergen del interior de la tierra, dedos convertidos en dólmenes cargados de fuerza telúrica.
La obra tiene una contundencia plástica impresionante tanto en sus llenos, los dedos como gruesas columnas, como en el vacío que genera en su interior.
En cuanto a su interpretación, dependerá mucho del espectador y de su estado de ánimo.
Mientras que algunos críticos hablan de lo telúrico, de la fuerza madre que asciende desde el suelo, otros le dan un matiz de denuncia sobre la opresión.
A mi personalmente me genera angustia la forma en que la mano intenta liberarse de la tierra opresora que no la deja libertad de movimientos.
El autor, Mario Irarrázabal , ya hizo famosa esta imagen en una playa de Punta del Este o en el propio Desierto de Atacama: unos dedos que emergen del interior de la tierra, dedos convertidos en dólmenes cargados de fuerza telúrica.
La obra tiene una contundencia plástica impresionante tanto en sus llenos, los dedos como gruesas columnas, como en el vacío que genera en su interior.
En cuanto a su interpretación, dependerá mucho del espectador y de su estado de ánimo.
Mientras que algunos críticos hablan de lo telúrico, de la fuerza madre que asciende desde el suelo, otros le dan un matiz de denuncia sobre la opresión.
A mi personalmente me genera angustia la forma en que la mano intenta liberarse de la tierra opresora que no la deja libertad de movimientos.
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