Lhardy no encaja muy bien dentro del apartado de Tabernas de Madrid, pero no he querido dejarlo aparte, ya que es visita obligada en Madrid.


La Carrera de San Jerónimo era entonces una calle de moda del Madrid del Romanticismo y tras los primeros años el establecimiento adquirió la categoría de restaurante de lujo.
Para el viajero o para el mismo madrileño, entrar en Lhardy, o bien en su tienda o taberna, supone una de esas experiencias de las que se recuerdan siempre. Sus salones poseen un ambiente entre aristocrático e intelectual.
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Lhardy fue fundado en 1839 por Emilio Huguenin, que tomó el nombre del famoso Café Hardy de París para convertirse en Emilio Lhardy. La Carrera de San Jerónimo era entonces una calle de moda del Madrid del Romanticismo y tras los primeros años el establecimiento adquirió la categoría de restaurante de lujo.
La historia del restaurante está estrechamente ligada a la historia de la capital, y sus anécdotas son tantas que no se pueden contar de una sola vez. El personal del establecimiento se presta a relatar sus curiosidades y si lo pides te enseñan algunos rincones cargados de leyenda, como el viejo salón japonés, que aún conserva las mismas cortinas que vieron comer a Isabel II y un recorte de prensa que cuenta las correrías de la reina y sus amantes en los reservados.
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Lhardy dispone de seis salones, algunos de uso múltiple y otros de uso privado, los tres últimos inaugurados ya en el siglo XXI.
Las especialidades de Lhardy son el cocido madrileño y los callos a la madrileña, así como algunos platos procedentes de la cocina francesa como el turnedor Rossini, la vichyssoise de manzana o el foie-gras de pato al Oporto.

Recomendable también el Soufflé sorpresa de la casa, que hay que encargar en la comanda principal.
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