Cuenta la leyenda que dos grandes amigos, Omar y Abdalá, caminaban despreocupados por las calles de Teruel, allá por al siglo XIII, ajenos a que su vida iba a cambiar en el instante en el que contemplaron, asomada a una ventana, a la bella Zoraida.
En ese mismo instante empezó una competición por el amor de la joven y la amistad acabó convirtiéndose en odio. Según algunos ella les pidió que cada uno construyera una torre, según otros estaban ya trabajando en ellas, la cuestión es que el padre de Zoraida prometió la mano de su hija a aquel que acabara antes las que hoy son la Torre de San Martín y la del Salvador.
Las torres se elevaban mientras los dos rivales las cubrían de andamiajes para que no pudiese seguirse bien desde el exterior la evolución de la obra. Había turnos que llegaban hasta la noche, multitud de obreros y un esfuerzo nunca antes visto en la ciudad.
Omar fue más rápido, pero el día que anunció su victoria y descubrió su obra a la ciudad, que se congregaba a sus pies para contemplarla, vio no sólo una bellísima torre sino que se dio cuenta que esta, sorprendentemente, estaba ligeramente inclinada. El propio Omar, al darse cuenta del error terrible que había cometido, subió a lo más alto de su torre y se arrojó al vacío acabando con su vida.
Del otro lado la torre de Abdalá se terminó unas semanas después y se mostró a todo Teruel tal y como la vemos hoy en día: tan bella como perfectamente recta y, lo que resultó sorprendente, con un notable parecido a la de San Martín.
Por supuesto, Abdalá se casó con Zoraida, si bien la leyenda no alcanza a contarnos si fueron felices el resto de sus días o si, quizá, el recuerdo del desdichado Omar ensombreció su felicidad.
Hoy en día la torre del Salvador es un centro de interpretación del arte mudéjar en el que se puede acceder hasta su parte superior, en lo que resulta una de las visitas más interesantes de la ciudad. Allí, desde lo alto y rodeado de campanas, se puede ver todo Teruel y uno puede incluso imaginarse la angustia de Abdalá y Omar, mientras veían crecer la obra de su rival.
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