sábado, 7 de julio de 2018

Mujeres olvidadas. Marga Gil Roësse

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  Marga Gil Roësset nació en Las Rozas, a las afueras de Madrid, en 1908. El parto fue complicado y los médicos le auguraron una muerte prematura, pero su madre se negó a dejar morir a su segunda hija y consiguió sacarla adelante.​ ​

   Tanto ella como su hermana mayor, Consuelo Gil Roësset, tres años mayor que ella, crecieron en un ambiente ilustrado y fueron educadas en casa bajo la tutela de su madre, Margot Roësset, que les inculcó el gusto por el arte, las apremió a crear cuentos y las instruyó para ser cultas, hablar cuatro lenguas, viajar, visitar museos y asistir a conciertos de música clásica.​
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   Gil Roësset fue una niña prodigio. A los siete años ya mostraba una extraordinaria capacidad para el dibujo. Es de esta edad la obra más temprana que se conserva de ella, un cuento que escribió e ilustró para su madre. Pero este talento queda patente con la publicación en 1920 de un cuento de su hermana titulado El niño de oro, primorosamente ilustrado por ella.​

   En 1923, en París, ambas hermanas publicaron otro cuento, Rose des Bois. Marga tenía 15 años en ese momento y ya había alcanzado la maestría. Fue entonces cuando dio un giro absoluto y empezó a dedicarse a la escultura. Su madre siempre había querido rodear a sus hijas con lo mejor y siguiendo esta línea la llevó a Victorio Macho, escultor español, precursor de la escultura contemporánea española, que se negó a darle clase por miedo a estropear su talento. Fue, por tanto, completamente autodidacta y, quizá por eso, no se le pudieron encontrar influencias. Los críticos coincidían en que era única, distinta, genial. 
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   En 1930, a los 22 años, presentó un Adán y Eva a la Exposición Nacional y fue un clamor. Nadie se explicaba cómo era posible que Marga Gil Roësset pudiese esculpir así.​

  Marga Gil Roësset y su hermana Consuelo eran admiradoras de Zenobia Camprubí, conocida por ser traductora del poeta bengalí Rabindranath Tagore, que coincidía que estaba casada con Juan Ramón Jiménez. En 1932, en un recital de ópera, Marga Gil Roësset y el matrimonio fueron presentados por la austríaca Olga Bauer-Pilecka. La escultora quedó enamorada del poeta. Por otra parte decidió de inmediato hacer un busto de su admirada Zenobia. 
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  Se unieron diversos factores (falta de confianza, su juventud y un amor arrebatado e imposible hacia Juan Ramón Jiménez), que la hacían infeliz y decidió suicidarse. Marga Gil Roësset se pegó un tiro en la sien a la edad de 24 años el jueves 28 de julio a las seis de la tarde. Justo antes le había entregado a Juan Ramón Jiménez una carpeta amarilla, pidiéndole que no la leyese en ese momento. Dentro de la carpeta, Juan Ramón encontró el diario de esta precoz ilustradora y escultora en el cual le confesaba su amor por él.​ La última anotación de su diario decía:

«... Y es que... Ya no quiero vivir sin ti... no... ya no quiero vivir sin ti... tú, como sí puedes vivir sin mí... debes vivir sin mí...», «Mi amor es ¡infinito...... La muerte es... infinita... el mar... es infinito... la soledad infinita... ... ... yo con ellos... ¡contigo!... Mañana tú ya sabes... yo... con lo infinito... lunes, noche», «Pero en la muerte, ya nada me separa de ti... solo la muerte... ... solo la muerte, sola... y, es ya... vida ¡tanto más cerca así... ... muerte... cómo te quiero».​

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  También dejó cartas a su hermana, a sus padres y a Zenobia Camprubí. Su muerte destrozó a tres generaciones de su familia (a sus padres, a sus hermanos y a sus sobrinos). En 1933 se publicó un libro póstumo de canciones, con texto en francés y español de su hermana Consuelo, música de su cuñado, José María Franco, y tres ilustraciones suyas, una de las cuales se supone que fue imitada en Le petit prince de Antoine de Saint-Exupéry. Juan Ramón Jiménez quedó impresionado por el hecho, al que dedicó varios poemas, y consagró a la autora una de las semblanzas literarias contenidas en sus Españoles de tres mundos.

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