Estuve ayer todo el día escuchando en la radio y viendo en la televisión y redes sociales, cómo se daba notoriedad al aniversario del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017.
Hoy, desde bien temprano, más de lo mismo o, incluso, peor: el asalto al Parlamento catalán.La policía autonómica, viendo que corría riesgo su integridad física y no porque se lo mandaran sus responsables separatistas, cargó y disolvió a los delincuentes con tanta contundencia como la que empleó hace un año la Guardia Civil.
Hoy, desde bien temprano, más de lo mismo o, incluso, peor: el asalto al Parlamento catalán.La policía autonómica, viendo que corría riesgo su integridad física y no porque se lo mandaran sus responsables separatistas, cargó y disolvió a los delincuentes con tanta contundencia como la que empleó hace un año la Guardia Civil.
Observo con perplejidad cómo estas gentes, por llamarles de alguna manera, se manifiestan de forma legal e ilegal con el agrado y, en algunos casos, la complicidad de la policía autonómica, el presidente Torras y su corte de honor, integrada por fugitivos de la justicia y encarcelados.
He visto cómo se han tirado y quemado banderas españolas y me he sentido -aunque no soy mucho de banderas-, ofendido, ya que me he visto a mí mismo y a mis conciudadanos insultados, despreciados y pisoteados.
Considero que ha llegado el momento de no callar y de empezar a actuar. Si no se hace así, vamos a hacer buena la opinión que, sobre los no separatistas, tienen los golpistas catalanes.
No me parece normal que en un país democrático se celebre un golpe de estado, como el del 1 de octubre de 2017.
Es como si todos los años en Alemania, Dinamarca o Bélgica, templos de la justicia universal y la democracia absoluta, se celebrara el mandato de Adolf Hitler o la invasión nazi con todo su rastro de tiranía y barbarie.
Hay que parar esta sinrazón, este disparate. Es insostenible que un pueblo esté sin gobierno, que los gobernantes cobren por no hacer su trabajo, que los políticos exhiban descaradamente su inutilidad ante unos provincianos cortos de vista que no se enteran de nada. Mientras tanto, lo importante sigue sin solucionar y los verdaderos ladrones siguen trasladando misales y biblias de un monasterio a otro y riéndose de todos.
¡Basta ya! ¡A la mierda!
Hay que parar esta sinrazón, este disparate. Es insostenible que un pueblo esté sin gobierno, que los gobernantes cobren por no hacer su trabajo, que los políticos exhiban descaradamente su inutilidad ante unos provincianos cortos de vista que no se enteran de nada. Mientras tanto, lo importante sigue sin solucionar y los verdaderos ladrones siguen trasladando misales y biblias de un monasterio a otro y riéndose de todos.
¡Basta ya! ¡A la mierda!
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