Al madrileño no hace falta que le den muchos motivos para transformar el nombre de las cosas, sacar punta a situaciones, acortar frases, apodar o reirse de su propia sombra.
El madrileño es así, socarrón, ingenioso, perezoso lingüístico y devorador de sílabas.
“Más orgulloso que Don Rodrigo en la horca”
“Bárbara reina, bárbaro gusto, bárbara obra, bárbaro gasto”
“No te comes ni una rosca”
“Estar al loro”
“Tabaco, toros, naipes y vino, llevan al hombre a San Bernardino”
“El aire de Madrid es tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil”
“Ves menos que Pepe Leches”
“El que no pasa por la calle de la pasa no se casa”
"Tirar la casa por la ventana".
"¡Viva la Pepa!"
El madrileño es así, socarrón, ingenioso, perezoso lingüístico y devorador de sílabas.
“Más orgulloso que Don Rodrigo en la horca”
“Bárbara reina, bárbaro gusto, bárbara obra, bárbaro gasto”
“No te comes ni una rosca”
“Estar al loro”
“Tabaco, toros, naipes y vino, llevan al hombre a San Bernardino”
“El aire de Madrid es tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil”
“Ves menos que Pepe Leches”
“El que no pasa por la calle de la pasa no se casa”
"Tirar la casa por la ventana".
"¡Viva la Pepa!"
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