
En 1902 se traslada a Almazán (Soria) y casi inmediatamente, a Madrid. En la capital, los pequeños Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, don Américo Castro quien suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María.
Los primeros exámenes del bachillerato los hizo como alumna libre en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915). En julio de 1915 pasa al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.
En 1922 ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y obtuvo como primer destino el Archivo de Simancas.
Tras una breve estancia en Simancas, María Moliner pasa al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia. Será en esa ciudad donde conocerá al que fue su marido, D. Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física. La pareja contrae matrimonio en Sagunto.
Destaca su colaboración en la Escuela Cossío, inspirada claramente en la Institución Libre de Enseñanza. María Moliner enseñó en ella Literatura y Gramática, y, además, formó parte de su Consejo Director, como vocal, y de la Asociación de Amigos para su apoyo, como secretaria.
Prestó su colaboración entusiasta a las Misiones Pedagógicas de la República, ocupándose de la organización de las bibliotecas rurales. De hecho, escribió unas Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas que se publicaron sin nombre de autor en Valencia en 1937. Estas indicaciones fueron muy apreciadas, tanto en España como en el extranjero y su presentación preliminar —«A los bibliotecarios rurales»— constituye una pieza conmovedora y un testimonio fehaciente de la fe de la autora en la cultura como vehículo para la regeneración de la sociedad.

En septiembre de 1936 fue llamada por el rector de la Universidad de Valencia para dirigir la Biblioteca universitaria, pero, ya en plena guerra civil, a finales de 1937, hubo de abandonar el puesto para entregarse de lleno a la dirección de la Oficina de Adquisición y Cambio Internacional de Publicaciones y para trabajar como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico.
La lucidez y capacidad organizativa de María Moliner van a quedar plasmadas en las directrices que redacta como Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado, las cuales se publicarán a principios de 1939 —Pilar Faus (La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.) considera dicho proyecto «el mejor plan bibliotecario de España» (op. cit., p. 132)—.

Por su parte, María Moliner es depurada y sufre la pérdida de 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, aunque los recuperará en 1958. En 1946 pasará a dirigir la biblioteca de la E. T. Superior de Ingenieros Industriales de Madrid hasta su jubilación, en 1970.
En esta nueva etapa de su vida, particularmente cuando se instala en Madrid, criados ya sus hijos y separada físicamente de su marido una buena parte de la semana, María Moliner encontrará el tiempo para dedicarse a su interés intelectual más profundo: la pasión por las palabras. Será entonces cuando comience, hacia 1950, el Diccionario de uso del español que publicará la Editorial Gredos entre los años 1966 y 1967 en 2 volúmenes. Una obra que ha conocido, en esa primera edición, veinte reimpresiones, que ha sido editada en CD-ROM en el año 1995 y que ha sido reeditada en una segunda edición, revisada y aumentada en 1998.

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