miércoles, 19 de junio de 2019

Mujeres olvidadas. Lola,Amparo y Julia Touza

Imagen de archivo de las hermanas Touza   Corría el año 1941 cuando Lola y sus hermanas, Amparo y Julia, regentaban la cantina de la estación de tren de Ribadavia, localidad gallega distante unos veinte kilómetros de la frontera con Portugal. 
Allí eran conocidas y admiradas por los viajeros, por las riquísimas rosquillas que preparaban siguiendo una receta familiar secreta.
   Eran tiempos de guerra, pobreza y hambre, mucho hambre,  así que cuando a alguien le leían la necesidad en la miradas, Lola, Amparo o Julia le regalaban una rosquilla con un café caliente.
Resultado de imagen de imagen de las hermanas touza  Una noche de invierno, un extranjero se quedó a dormir en un banco de la estación. Lola, para protegerlo de la lluvia y el frío, lo cubrió con su abrigo. Entonces aquel hombre le contó que había huido de Alemania, donde perseguían a todos los judíos como él.
  Ella no sabía qué era ser judío, pero lo mismo le daba. Lola y sus hermanas lo escondieron en la cantina. Al día siguiente, Lola habló con un amigo pescador:
—¿Cuándo sale tu barco? Necesito que cruces a un amigo mío hasta Portugal. Es judío. Está prohibido ayudarlos. Arriesgas la vida con esto. Sé que te pido mucho.
Resultado de imagen de imagen de las hermanas touza  El hombre cruzó a Portugal y desde allí consiguió llegar a América. Desde entonces empezaron a llegar a la cantina muchas familias judías que huían de Polonia y Alemania. 
   Así se iniciaba una red clandestina que arrancaba en los Pirineos, terminaba a la otra orilla del Río Miño, en Portugal, y que convirtió a Ribadavia en uno de los epicentros mundiales de ayuda a los judíos.
  Cuando se empezó a correrse  la voz de que tres hermanas de Ribadavia ayudaban a los suyos a cruzar la frontera con Portugal, los judíos viajaban a España con un destino claro: Preguntar por “La Madre” nombre en clave de Lola Touza. Una vez localizada en la estación, ésta los escondía en su tienda (en la que había un zulo excavado en la tierra) o en el sótano de su casa, hasta que fuese seguro cruzar la frontera y llegar a Portugal.
Resultado de imagen de imagen de las hermanas touza  Además de las hermanas, otros héroes ayudaron a llevar esta gesta a buen puerto, dos taxistas, Xosé Rocha y Javier Míguez, un emigrante retornado, Ricardo Pérez, que hacía de intérprete, y el barquero que les ayudaba a cruzaba el Río Miño, Ramón Estévez.
   Se estima que las hermanas salvaron a más de 500 judíos entre los años 1941 y 1945 y que la Policía Secreta Nazi, la Gestapo, visitó en más de una ocasión el pueblo de Ribadavia preguntando por “La Madre”. Nunca llegaron a saber quién era.
Resultado de imagen de imagen de las hermanas touza La historia permaneció oculta hasta que, en 1964, un viejo judío de Nueva York quiso saber qué había sido de aquella mujer que una noche sin luna le había ayudado a cruzar la frontera hacia la libertad. La investigación llegó a las manos del escritor Antón Patiño, que juró no contar la historia hasta que las tres hermanas hubiesen fallecido.
  Hoy en una colina en Jerusalén hay un árbol que recuerda la generosa hazaña de Lola, Amparo, Julia y sus amigos. 

  Es curioso como el destino, devolvió a los judíos acosados a la judería de Ribadavia para encontrar su salvación. Vamos a querer creer que la secreta formula de la rosquillas fue el nexo de unión entre las hermanas Touza y los judíos salvados.
  

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