En la esquina de Joaquín Costa con Velázquez, nos encontramos con la presencia de esta fuente. Una fuente blanca, adosada a la pared de ladrillo de un edificio que ocupa el espacio que surge en la confluencia de ambas calles.
La figura oscura de un hombre que nos da la espalda mientras apoya su rodilla derecha en el brocal y la mano en la pared, intentando beber agua.
Se trata de una escultura de Carlos Ferreira, realizada en bronce; un elemento singular, que contrasta enormemente con el gran edificio de ladrillo que se alza en el lugar y que vamos descubriendo poco a poco. Un elemento casi poético a los pies de una imponente fachada curva.
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