Isabel Torres Salas nació en Cuenca en 1905. Estudió en la Residencia de Señoritas siguiendo el programa de la Institución Libre de Enseñanza y de la Junta para la Ampliación de Estudios, un proyecto que pretendía formar -por primera vez, en un marco igualitario- a una élite intelectual capaz de situar a España en el primer nivel científico y cultural de la época.
En 1928 se licenció en Farmacia en la Universidad Central de Madrid y un año después se instaló en Santander para formar parte del proyecto de Valdecilla. Era la única mujer en una promoción de setenta médicos y alumnos de posgrado, Se incorporó al departamento de Química, donde se le asignaron funciones de investigación aplicada.
Aunque Torres Salas nunca ocultó su interés por la investigación básica se dedicó con profesionalidad al encargo recibido. Quienes la conocieron destacaron siempre su enorme capacidad de trabajo, su inteligencia y su precisión. Todo ello lo aplicó en Valdecilla para desarrollar el Esquema Dietético Puyal-Torres, un sistema pionero en la época que clasificaba los alimentos por su contenido en hidratos de carbono, grasas y proteínas -hasta entonces la comida de los enfermos se medía simplemente en gramos- y que supuso una revolución en el tratamiento de la alimentación hospitalaria.
Los trabajos de Torres Salas en Valdecilla sirvieron de base a su tesis doctoral de 1932, titulada Contribución al estudio de la composición química de los alimentos españoles, que fue publicada en la Gaceta Médica Española, la revista especializada de mayor tirada de la época. Los resultados de la tesis de Torres Salas sirvieron para corregir un problema endémico de los hospitales españoles que hasta entonces utilizaban tablas nutricionales extranjeras, lo que provocaba desajustes por las diferencias entre alimentos de los distintos países.
La tesis de Torres Salas y su labor en Valdecilla llamaron la atención de Gregorio Marañón, el gran nombre de la medicina española en los años treinta, que la incorporó al Instituto de Patología Médica de Madrid. Allí se dedicó al estudio de la estructura de las vitaminas junto al doctor José Collazo.
Poco después solicitó y obtuvo una beca para ampliar sus estudios en Alemania. Entre 1934 y 1936 trabajó con el Premio Nobel de Medicina Otto Meyerhoff en el Kaiser Wilhelm Institut de Heidelberg. Se especializó en fisiología del músculo y metabolismo de los hidratos de carbono. Durante su estancia en Alemania estalló la Guerra Civil en España. Incapaz de regresar, obtuvo un empleo en el Pathologisches Institut de la Universidad de Múnich, donde se dedicó al estudio de la vitamina K a las órdenes del doctor H. Dyckerhoff.
Cuando terminó la guerra, en 1939, Torres Salas regresó a Santander para trabajar como investigadora en la Industrial Farmacéutica Cántabra. Tenía treinta y cuatro años y nunca más volvería a la investigación básica, su auténtica vocación, impracticable en un país devastado por la guerra que había perdido en tres años el esfuerzo de varias generaciones de científicos. Llegó a ser directora técnica del laboratorio, algo inusual para una mujer de la época. Allí, entre formulaciones, controles de calidad y revistas alemanas médicas, se jubiló en el año 1966.
Murió en Granada, en 1998. Su trabajo como dietista, farmacéutica e investigadora fue reconocido en el año 2004 con la creación del Aula Interdisciplinar Isabel Torres de Estudio de las Mujeres y del Género de la Universidad de Cantabria. El aula entrega cada dos años el Premio Isabel Torres a investigaciones relevantes sobre ambas materias. Una calle lleva su nombre en el Parque Científico y Tecnológico de Cantabria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario