jueves, 9 de julio de 2020

Mujeres olvidadas. María de Jesús de Ágreda

María de Jesús de Agreda.jpg  María Coronel y Arana, más conocida como María de Jesús de Ágreda O.I.C. nace en Ágreda el 2 de abril de 1602. Sus padres fueron Francisco Coronel y Catalina de Arana,  ambos, extremadamente religiosos. 
  La familia Coronel-Arana se relacionaba mucho con los franciscanos de San Julián; así se llamaba el antiguo convento franciscano que estaba situado en las afueras de la villa. La madre tenía allí a su confesor y acudía a diario a oír misa a la iglesia del convento. Casi no pasaba día sin que frailes franciscanos visitasen a la familia.
  María de Jesús de Ágreda recordó que ella, en su primera infancia, parecía un tanto apocada e inútil, y con el fin de que espabilara, su madre le trataba con dureza.  La explicación que Sor María nos da de este comportamiento suyo en su primera infancia es muy otra de la que sus buenos padres podían alcanzar. Nos dice, en efecto, que en edad que ella no puede precisar, pero que debió de coincidir con el despuntar del uso de razón, sin que precediera información exterior ni enseñanza de criaturas, porque aún no tenía edad para ello, recibió una noticia de Dios, del mundo, del estado pecador del hombre, etcétera, cuyos efectos le habían de durar toda la vida. 
   A todo ello se agregaron diversas enfermedades, que a los trece años de edad la pusieron a las puertas de la muerte: «Se hizo la cera para mi entierro», dice ella . Pero todos los padecimientos los sobrellevaba con gran entereza por el conocimiento que tenía de ser hija de una raza pecadora, obligada a satisfacer a Dios por sus pecados. «Maravillábanse los médicos de que pudiese llevar tan crueles males con tan débiles fuerzas y sin quejarme»
   La madre de María, tuvo una revelación, confirmada por su confesor, Fr. Juan de Torrecilla, según la cual debían transformar la casa en convento e ingresar en él como religiosas la propia madre con sus dos hijas, mientras el padre y los dos hijos entraban de religiosos en la Orden de San Francisco.  Pero la idea era tan disonante, que chocó con la resistencia del padre de familia, y más todavía con la de un hermano de éste, Medel. La oposición del vecindario en un principio fue también general. Decían que «era agravio del santo matrimonio».
  Poco a poco se vencieron las oposiciones y dificultades; el padre cambió de parecer, y en 1618, hechas algunas reformas previas, la casa de Francisco Coronel se transformó en convento de monjas. Francisco, a quien siguió después su hermano Medel, ingresó como franciscano en calidad de hermano lego en el convento de Nalda (La Rioja).
   Dieciséis años tenía Sor María cuando tomó el hábito, juntamente con su madre y hermana. Pronto hubo nuevas vocaciones. 
   Una vez vestido el hábito, se entrega toda a la vida espiritual. Hecha la profesión en 1620, comienza en su vida un período de enfermedades, tentaciones y extraordinarios trabajos, que será seguido por otro de fenómenos espirituales resonantes.
   Tuvo fama de santa por sus penitencias y mortificaciones corporales, llegando a ser procesada y absuelta por la Inquisición. Mantuvo una larga y nutrida correspondencia (1643, 1665) con Felipe IV, de quien fue consejera en asuntos de Estado. En 1627, con tan sólo 25 años, sería nombrada abadesa del convento franciscano de Ágreda, fundado por sus padres.
  Se dice que tenía el don de la bilocación, siendo señalada por franciscanos e indígenas contemporáneos como predicadora en Nuevo México, pese a que nunca abandonó su claustro. Sobre todo sus «apariciones» en Nuevo México y Texas, en donde evangelizaba y enviaba a los indios a pedir el bautismo a los misioneros franciscanos.

  Sus escritos son de tipo ascético y místico. Gran defensora de la Inmaculada Concepción de la Virgen, continua la corriente escotista iniciada por el teólogo y filósofo franciscano Juan Duns Escoto. A continuación se indican algunas de sus obras más importantes:


Escala ascética
  Ejercicios cotidianos y doctrina para hacer las obras con mayor perfección.
Conceptos y suspiros del corazón para alcanzar el verdadero fin del agrado del Esposo y Señor
Mística Ciudad de Dios. Publicada en 1670, fue prohibida por la Inquisición, pero después la prohibición fue levantada y ahora hay 173 ediciones en varias lenguas con Imprimatur de los obispos católicos.

Vida de la Virgen María
encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcR...  Las enseñanzas marianas de la M. Ágreda adquirieron gran difusión entre el pueblo creyente. Las ediciones de su obra MCD son ya centenarias, con cerca de una cuarentena de traducciones a otras tantas lenguas. Las tres últimas ediciones en castellano de la obra completa, en un tomo (1970, 1982, 1992), han agotado ya los 20.000 ejemplares y ha hecho necesaria la nueva edición que se prepara. La solidez teológica de su doctrina nunca ha sido condenada por la Iglesia, ya que la condenación que sufrió de la inquisición romana en 1681 fue muy pronto sobreseída. Ninguna de las enseñanzas de esta concepcionista han merecido rechazo o condena. Sin embargo, toda aquella oposición doctrinal precedente se fue concentrando contra Sor María y su causa de beatificación, que fue interrumpida a la espera de que sea de nuevo reabierta.

Correspondencia con Felipe 
  Entre 1643 y 1665 se estableció una relación epistolar entre Felipe IV y sor María Jesús de Ágreda. Son más de 600 cartas entrecruzadas que constituyen una fuente historiográfica excepcional para conocer la política española del siglo XVII. Esta correspondencia verá su término con la muerte de la religiosa. En ellas interviene en los asuntos sociales y políticos dándole sus consejos al monarca.​ Felipe IV, agobiado por la crisis general de su reino, crisis financiera y militar, es dirigido por la monja. Ésta le aconseja cómo administrar las finanzas, cómo colocar tropas en batalla, cómo evitar levantamientos y cómo manejar la Corte.​ Además expone su doctrina sobre el poder real, cómo debe ser un monarca cristiano y cómo debe ser la sociedad. El hecho de que fuera monja y su amplia formación intelectual facilitó que el monarca le atendiera en sus consejos. Una mujer laica seguramente no hubiera sido escuchada e incluso hubiera sido considerada negativamente. Sin embargo, el respeto, la consideración, la veneración y la fama de santa que tuvo en vida ayudó a este papel de consejera real. Dios se comunica con ella mostrándole el camino más acertado.​ También mantiene correspondencia con otros personajes ilustres del momento como Francisco de Borja o el futuro Papa Clemente IX.​

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