Era finales de septiembre, los días tenían cada vez menos luz, y al caer esta, los vecinos del barrio empezaron a escuchar gritos extraños en la explanada de la Torre de Mangana y la antigua Iglesia de Santa María, antes Sinagoga.
Eran gritos de mujeres, soltando palabras en idiomas extraños, pero también en castellano, ya que habían oído la palabra “satán” varias veces.
Julián, un joven vecino del barrio, se acercó a la explanada para ver quienes eran esas personas que soltaban esos aterradores gritos. Comprobó que eran varías mujeres, vestidas de negro con una toquilla del mismo color en la cabeza, que bailaban en círculo con una hoguera en medio, dando golpes al suelo con sus negras toquillas.
Julián estaba aterrado, una de ellas se percató de la presencia del muchacho, sacó algo de su bolsillo y lo lanzó hacia donde estaba Julián, este solo vió una luz cegadora, lo siguiente que volvió a ver fue la luz de la mañana en la puerta de su casa, no sabía como había llegado hasta allí.
En el barrio y después en toda la ciudad empezó a hablarse de este suceso y a partir de ese momento, no había noche que alguien o escuchara o no viera a alguna de las brujas merodeando por Mangana. Muchas familias, a la hora de ponerse el sol, cerraban las puertas y ventanas de su casa “por si acaso”.
Una noche los rezos y gritos de las brujas fueron mas fuertes y mas aterradores que nunca; se las oía en todo el barrio, además, los vecinos quedaron despavoridos al oir los gritos de las brujas y a la vez golpes fortísimos en sus puertas y ventanas. Tal era el miedo, que se dice que dos embarazadas del barrio llegaron a abortar.
A la mañana siguiente se encontraron a todos los animales de los corrales de las casas del barrio muertos, sin signos de violencia.
Al final, los vecinos de este barrio del Casco Antiguo de Cuenca denunciaron los hechos al Santo oficio, que empezó a investigar sobre el asunto. En sus pesquisas, empezaron a sospechar de dos mujeres que vivían en el barrio y se dedicaban a quitar el mal de ojo a la gente, y a otra señora mayor que hacía pocimas amorosas para las mozas del barrio.
Pero al ir a interrogarlas….¡Ya no quedaba ni rastro de ellas en sus casas!
Después de esta intervención del Santo oficio hubo unas semanas de calma, pero una noche, en una granja en la Hoz del Huécar un padre y sus hijos fueron a dar de comer a sus ovejas, de repente, se abrieron las puertas del establo de par en par y vieron unas siluetas de cinco mujeres que los derribaron y paralizaron.
Pero algo peor pasó una semana después. Una noche de luna llena se empezaron a oir gritos y rezos desde el aire; era una gran banda de brujas,que sobrevolaba los tejados del barrio de mangana riéndose de manera histérica y moviendo sus vestidos negros como si fueran alas de cuervo.
A la mañana siguiente, con los primeros rayos de luz se volvieron a oir gritos desgarradores, esta vez de una madre que encontró a su bebe muerto y también una mujer que vivía en el Barrio de San Miguel, tirada en el suelo, ya que una fuerza sobrenatural la había arrastrado de su cama hasta allí, rompiéndose de paso cadera y costillas.
Los hechos empezaron a trascender a las fronteras de Cuenca, y la Santa Inquisición puso muchos de sus agentes a trabajar junto con los vecinos del barrio para esclarecer lo ocurrido. Formaron grupos de busqueda, encontrando en algunas casas objetos de brujeria, como figuras de cera con alfileres clavados, ojos de cuervos y entrañas de otros animales, pero de las brujas, no encontraron ni rastro.
Uno de los últimos sucesos relativos a las brujas fue la desaparición de un niño de 3 años, y que le gente decía que se lo habían llevado para que le vaciaran las entrañas, con el propósito de hacer ungüentos mágicos con ellos, después de este hecho, no volvió a saberse nada de las brujas de Mangana.
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