lunes, 26 de julio de 2021

Secretos, historias y algo más de Madrid. El perro Paco

   

Fue un perro callejero de color negro, nunca tuvo dueño.  Ocupó un lugar en la historia madrileña al ser adoptado por el pueblo entero de Madrid y ser objeto de numerosas crónicas periodísticas. ​ 

   Paco frecuentaba los cafés madrileños de finales del siglo XIX.​ En un día del mes de octubre se coló en el Café Fornos buscando algún pedazo de pan. Se acercó al Marqués de Bogaraya que le regaló con un pedazo de hueso, las gracias del perro hicieron que le pusiese el nombre de Paco debido a que el Marqués se encontraba celebrando la festividad de Francisco de Asís. El Marqués acudía diariamente a comer al Fornos y esto hizo que se convirtiera en una costumbre visitarlo. Pronto el perro Paco pasó también a la hora de la cena. Y cuando no conseguía nada, cruzaba la calle de Alcalá para ir al Café Suizo. Esta actitud atrajo la simpatía de los habituales a los cafés de tertulia de la época, y pronto trascendió a la prensa madrileña.​

La prensa lo halagaba tanto que llegaron a componerse canciones en su honor. Pronto el acceso le era permitido en muchos locales, incluso en aquellos en los que la entrada estaba prohibida para perros. No había portero o personal de vigilancia que le negara la entrada por miedo a "la mala prensa". 

Lo que más le gustaba a Paco eran los toros, siendo un asiduo compañero de los carruajes de paseo de los toreros famosos de la época. En aquel entonces, la Plaza de Toros de Madrid estaba en el lugar en que hoy se alza el Palacio de los Deportes, Los días de lidia, los madrileños subían a los toros calle Alcalá arriba. Y Paco subía como uno más. Solía ocupar su localidad en el tendido 9. Al terminar las faenas, muerto el toro, gustaba de saltar a la arena y hacer unas cabriolas, para regresar a su localidad con los clarines que anunciaban el siguiente toro. Secretos, historias y algo más de Madrid.   

 De hecho, podría decirse que fue la excesiva afición a los toros la que le costó la vida al pobre Paco. La tarde del 21 de junio de 1882, un novillero lidiaba, malamente, a uno de los toros que le había tocado en suerte. En el momento de la suerte suprema, nadie sabe por qué, Paco saltó a la arena. Comenzó a hacer cabriolas, como reprochándole al lidiador su escasa pericia. Este, temiendo tropezarse con el can, y para sacárselo de encima, le dio una estocada.

   A duras penas sobrevivió el lidiador a las iras del pueblo de Madrid, que quería lincharlo. ¡Había herido a Paco! Finalmente, el empresario teatral Felipe Ducazcal, hombre muy querido en Madrid, consiguió apaciguar a las masas, y llevarse a Paco para que lo cuidasen. Mas el can nunca se recuperó y murió poco después.  Fue enterrado en el Retiro.

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