En la mañana del 10 de febrero de 1896, Madrid fue el blanco de una lluvia de meteoritos, que causó el pánico en la capital.
Eran las nueve y media de la mañana, el cielo estaba despejado, cuando una luz blanca azulada y rojiza iluminó intensamente toda la ciudad. Un minuto y algunos segundos después, se oyó una explosión que hizo temblar todos los edificios. Una nube, originada por el meteorito, cruzaba el cielo y se perdía en el horizonte.
Al parecer el bólido, explosionó a 24 kilómetros de Madrid, sus fragmentos se dispersaron en múltiples puntos de la capital: Moncloa, la Quinta de los Ángeles, el Paseo de la Castellana, en la calle Serrano, en Las Ventas, en Puente y Villa de Vallecas, Prosperidad e incluso en Getafe. Fueron hasta un total de diez impactos. El resplandor fue tan grande y tan espectacular que llegó hasta las provincias de Madrid, Guadalajara, Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Albacete.
Se troncharon varias ramas de árboles, algún que otro desperfecto en los tejados y hasta impactó con lo que se conoce como granos de meteorito en la frente del farmaceutico Pedro Esteban, que por cierto recogió algún fragmento y los entregó a la Escuela de Minas.
Se recogieron varias muestras, uno de ellos es el que se expone en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
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