El Palacio de Villahermosa es la antigua mansión de los duques de Villahermosa, en la actualidad alberga el Museo Thyssen-Bornemisza.
Situado en la esquina del Paseo del Prado con la Carrera de San Jerónimo, el edificio consta de tres plantas y combina armónicamente en la fachada la piedra y ladrillo visto, siguiendo el precedente del Museo del Prado. Un pequeño pórtico dórico enmarca su entrada orientada a la Carrera de San Jerónimo, actualmente precintada al haberse elegido como acceso único el de la fachada opuesta, que cuenta con un jardín cerrado más adecuado para recibir a los visitantes.
La fachada principal del palacio fue siempre, desde su origen, la que da a los jardines, que luce en su cornisa el escudo familiar. No pudo elegirse como fachada principal la que da a la Carrera de San Jerónimo, por estar enfrente el palacio de los duques de Medinaceli (donde hoy se halla el Hotel Palace), un linaje que por su origen real tenía el privilegio de ostentar su escudo sin ninguno enfrente.
En el frontispicio de la fachada principal (la que da a los jardines), aún se conserva el nombre de la Duquesa (María Pilar Azlor de Aragón y Guillamas).
La historia de este palacio comienza en el siglo XVI cuando el Paseo del Prado, empezó a ponerse de moda entre la nobleza madrileña a raíz de la construcción del Palacio del Buen Retiro. En su deseo de mantenerse próximas a la familia real, varias familias nobles edificaron palacios y casonas cerca del Buen Retiro.
A mediados del siglo XVIII, el solar, compuesto por varias casonas y huertos, fue adquirido por la duquesa de Atri. En 1777 fue vencida a los duques de Villahermosa.
Su aspecto actual, se debe a una remodelación en estilo Neoclásico abordada en 1805. El arquitecto responsable fue Antonio López Aguado, discípulo de Juan de Villanueva, quien realizó las obras por encargo de María Manuela Pignatelli y Gonzaga, viuda del XI duque de Villahermosa. De hecho, el palacio toma su nombre debido a que era la residencia madrileña del duque.
A mediados del siglo XIX Villahermosa fue una de las residencias más ilustres de Madrid, escenario de sonadas fiestas y veladas culturales. El pianista y compositor Franz Liszt tocó el piano en uno de sus salones en 1844 (según atestigua una placa colocada en su fachada de la Carrera de San Jerónimo).
En 1973 el palacio fue comprado por la banca López Quesada, los nobles espacios se convirtieron en oficinas, y el tejado se modificó para ganar altura en las buhardillas.
Tras la quiebra del banco, en 1980 el edificio pasó a manos del Estado español, y en 1984 se adscribió al Museo del Prado como sede complementaria para albergar exposiciones temporales. Para ello sufrió una ligera remodelación en la planta baja. Las últimas grandes exhibiciones que acogió fueron Goya y el espíritu de la Ilustración (1988) y Obras maestras de la Colección Masaveu, ya a principios de 1989.
A raíz de las negociaciones con el barón Thyssen para exhibir su colección privada en Madrid, el Gobierno español decidió ofrecer el Palacio de Villahermosa como sede. Tal propuesta fue una baza clave para el éxito del acuerdo, ya que otras ciudades europeas (como Londres) habían ofrecido ubicaciones menos céntricas que no agradaban al barón.
La rehabilitación del Palacio de Villahermosa como museo fue diseñada por el famoso arquitecto tudelano Rafael Moneo y las obras se efectuaron con rapidez: la primera piedra se puso en marzo de 1990 y en cuestión de un año el bloque se vació hasta los cimientos y se reconstruyó entero, respetando apenas las fachadas. Ya en 1991 se trabajaba en los acabados, de modo que el edificio ya terminado se presentó a los medios de comunicación en mayo de 1992.
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