La tradición es la de un pozo que había en la casa del capitán D. Francisco de Viarte. Por ese pozo, los soldados calvinistas que venían con el archiduque Carlos, cuando la guerra de Sucesión, se introdujeron en el convento de la Victoria, situado en las proximidades de la Puerta del Sol, y, después de saquearlo, se apoderaron de varias reliquias, entre ellas una que consistía en dos espinas de la corona de Jesucristo puesta en una alhaja de oro y piedras preciosas, cuyo fanal rompieron llevándose la joya y arrojando al pozo las sagradas espinas.
Es fama que aquel pozo, cuyas aguas eran amarguísimas, convirtiéronse en dulces y potables sin que se supiese a qué atribuir el sorprendente cambio, añadiéndose a este portento de que algunos enfermos sanaron al beber de ese agua. Hasta que un día, en el caldero del que era extraída, salieron las espinas, y desde entonces las aguas volvieron a convertirse en salobres, agotándose luego el manantial que las producía.
Hubo por tal hallazgo funciones solemnísimas en la Victoria, y las reliquias quedaron custodiadas en un nuevo y valioso relicario.
La leyenda cuenta que este lugar se llamó calle del Pozo en honor a este suceso.
El establecimiento mas conocido de esta calle es el Horno del Pozo (hoy bajo la denominación de Antigua Pastelería del Pozo). Es una pastelería centenaria de Madrid, fundada en el año 1830. Es más antigua que la pastelería El Riojano, sita en la calle Mayor y fundada posteriormente, en 1855.
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