No llegas a sentir el cansancio hasta que alcanzas el hotel, te sientas y liberas los pies de las botas o viceversa. Nunca se sabe.
Calle arriba, calle abajo, que si al castillo, que al observatorio, que por este callejón misterioso, que por este entramado de callejuelas empedradas que terminan delante de una iglesia. Vamos un no parar en todo el día. ¿Qué si merece la pena? Claro que si.
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