Medina Al-zahara fue mandada construir por el primer califa de Al-Andalus, Abd al-Rahman III al-Nasir (891–961) - o Abderramán III - como parte del programa político, económico e ideológico puesto en marcha tras la instauración del califato. Se dice que su fundación está relacionada con una favorita del califa que tendría por nombre al-Zahrá (Azahara) pero los principales motivos de su construcción son más bien de índole político-ideológicos: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad símbolo de su poder a imitación de otros califatos orientales y además para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, los fatimíes de Ifriqiyya, la zona norte del continente africano.
Respecto al origen del nombre podría provenir, como se ha dicho anteriormente, del nombre de su esposa más querida al-Zahrá, el cual significa "La Flor" quien le sugirió construir una hermosa ciudad extramuros de Córdoba, una ciudad que llevaría el nombre de la amada y se convertiría en la "Ciudad de al-Zahrá" , la "Ciudad de la Flor de Azahar". Pero esto es más leyenda que realidad ya que al-Zahrá también significa “La Resplandeciente”, palabra que está emparentada a otras que, en esa lengua, significan “Venus” o la misma “flor”, por lo que simplemente puede hacer referencia a la propia nueva resplandeciente ciudad del califa.
La construcción comenzó a finales del 936 de la era cristiana, estando las obras a cargo del maestro alarife Maslama ben Abdallah, y se continuó durante los cuarenta siguientes, alcanzando los tiempos de su hijo y sucesor en el califato, al-Hakam II. En el 945 se produce el traslado de la corte a esta ciudad, que en esos momentos cuenta con la Mezquita Aljama (941), aunque la Ceca o Casa de la Moneda no se traslada hasta 947-948. Al erigir esta majestuosa ciudad el califa cordobés pretendiera anular –y aun superar- a los califas orientales abbasíes, y especialmente la famosa ciudad y corte de Samarra.
Los textos literarios e históricos se hacen eco de las cuantiosísimas sumas dedicadas a su construcción, de los enormes trabajos realizados al efecto, de su monumentalidad y esplendor artístico – hasta en el menor detalle- y del lujo y la ostentación que el califa desplegaba en las recepciones y ceremonias que allá se celebraban con frecuencia, pues de hecho la administración y la corte se trasladaron a la nueva sede. Entre otros, en sus ricos salones serían recibidos reyes cristianos hispánicos desposeídos de su trono, embajadores del emperador de Germania, emisarios de Borrell II de Barcelona…
Transcurridos poco menos de cien años, sin embargo, todo este conjunto monumental y fastuoso quedó reducido a un inmenso campo de ruinas, pues fue destruido y saqueado en el 1010, como consecuencia de la guerra civil (o fitna) que puso fin al Califato de Córdoba. Los saqueos, los enfrentamientos y los incendios destrozaron la ciudad más bella de occidente.
los sucesivos, pues fue utilizada como cantera artificial para la construcción de otras edificaciones posteriores en la ciudad de Córdoba, cayendo progresivamente en el olvido hasta que desapareció, en una fecha imprecisa, del ideario colectivo.
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