En estos momentos estoy escuchando el debate de investidura. No voy a valorar el contenido del discurso del candidato.
Podría decir que falta concreción, que falta profundidad, que las medidas esbozadas se quedan cortas y muchas más cosas..., pero todo esto se queda a un lado, ante lo que llama, en primer termino, mi atención. Esto es algo que no tiene ideología, ni colores, ni sabores: la educación y la democracia. Para ser más precisos, la mala educación y la falta de espíritu democrático.
Romper y descomponer el discurso del candidato con gritos, cuchicheos, insultos, risas forzadas, carcajadas estentóreas y demás sonidos altisonantes, constituye una falta de respeto, de educación y de espíritu democrático lamentable. Estas acciones califican y dibujan con precisión las siluetas y los contenidos de los que están escenificando tan despreciable espectáculo.
El intento de nublar y ensuciar el discurso del candidato a través de la redes sociales, en campañas orquestadas por partidos representados en la Cámara, es otra falta, a mi entender, de respeto y educación.
Habría que recordar a estas personas que, por sí solas, en la Cámara no son nadie; que son los representantes de ciudadanos que, como yo mismo, están ruborizados y avergonzados de su comportamiento.
Yo no vote al señor Sánchez -posiblemente no le vote tampoco en las próximas elecciones-, pero se da la circunstancia baladí de que él es un representante de los ciudadanos y, solo por esta razón insignificante, por semejante nadería, hay que respetarle.
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