Bodegas Máximo abrió sus puerta en la calle San Carlos,6, allá por los años cincuenta. Fue uno de los primeros locales de Lavapiés en los que empezaban a ponerse “gambitas” para acompañas a las cañas de cerveza y al vermú que el dueño fabricaba en el mismo local.
Al nombre, Bodegas Máximo (después de él lo llevó su hijo, Paco, que había nacido en el bar y más tarde su mujer), le añadieron el artículo lo. Era el año 2000, y aunque el bar “había decaído mucho”, Piluca, Mamen Fuertes y Elena Ros, que trabajaban en el bar de al lado, miraban a Máximo de reojo, pensando que dándole un buen lavado de cara conseguirían sacar adelante su bar que definen como “un espacio diferente dentro de un bar clásico”.
Y lo hicieron. Conservaron parte de la clientela, incluso volvieron algunos que al principio no se fiaban del cambio, y se unieron los amigos y conocidos de las chicas. “Venía gente que tenía que ver con nosotras”: una cantante, una fotógrafa y una circense que han logrado que Bodegas Lo Máximo haya sido “un islote que se ha mantenido a flote”, a pesar de los vaivenes del barrio. Lo Máximo es sin duda hoy un bar de contrastes, los mismos que pueblan el cosmopolita barrio de Lavapiés en el que se encuentra.
Su fachada setentera, propia de cualquier bar castizo y con solera de nuestra ciudad, poco tiene que ver con un interior cuya decoración, entre la estética retro y vintage, le aporta grandes dosis de glamour ochentero.
Lo Máximo te ofrece un ambiente alternativo, siempre con buena música, ideal para disfrutar del aperitivo –una de las horas de mayor animación–o para cenar algo en sus cómodos sofás del bar, mientras pides cualquiera de sus tostas, pinchos, canapés, o la especialidad de la casa: el chile con carne y patatas asadas.
Bodegas Máximo abrió sus puerta en la calle San Carlos,6, allá por los años cincuenta. Fue uno de los primeros locales de Lavapiés en los que empezaban a ponerse “gambitas” para acompañas a las cañas de cerveza y al vermú que el dueño fabricaba en el mismo local.
Al nombre, Bodegas Máximo (después de él lo llevó su hijo, Paco, que había nacido en el bar y más tarde su mujer), le añadieron el artículo lo. Era el año 2000, y aunque el bar “había decaído mucho”, Piluca, Mamen Fuertes y Elena Ros, que trabajaban en el bar de al lado, miraban a Máximo de reojo, pensando que dándole un buen lavado de cara conseguirían sacar adelante su bar que definen como “un espacio diferente dentro de un bar clásico”.
Y lo hicieron. Conservaron parte de la clientela, incluso volvieron algunos que al principio no se fiaban del cambio, y se unieron los amigos y conocidos de las chicas. “Venía gente que tenía que ver con nosotras”: una cantante, una fotógrafa y una circense que han logrado que Bodegas Lo Máximo haya sido “un islote que se ha mantenido a flote”, a pesar de los vaivenes del barrio. Lo Máximo es sin duda hoy un bar de contrastes, los mismos que pueblan el cosmopolita barrio de Lavapiés en el que se encuentra.
Su fachada setentera, propia de cualquier bar castizo y con solera de nuestra ciudad, poco tiene que ver con un interior cuya decoración, entre la estética retro y vintage, le aporta grandes dosis de glamour ochentero.
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