jueves, 31 de mayo de 2018

Poemas.Elegía del niño marinero. Rafael Alberti

Rafael Alberti En 1939, al terminar la Guerra Civil española, emigra a la República Argentina, desde donde se traslada a Roma en 1962. En 1945 publica, en Buenos Aires, A la pintura: poema del color y la línea, y además un volumen que abarca la casi totalidad de su obra lírica, Poesía, donde se muestra cierta nostalgia por la patria. Regresa finalmente a España en 1977.

Su producción poética continúa con la misma intensidad en estos años, prolongándose sin fisuras hasta muy avanzada edad.

A su vuelta a España es elegido diputado por el Partido Comunista de España, pero renuncia a su escaño para proseguir su tarea literaria y dar recitales por toda España. Sus libros de memorias cosechan grandes éxitos en las distintas ediciones, cada vez más completas, de los diferentes volúmenes de su Arboleda perdida. Entre las numerosas distinciones y homenajes que se le dedican destaca el Premio Miguel de Cervantes, que le es concedido en el año 1983.






Elegía del niño marinero

A Manuel Ruiz Castillo

Marinerito delgado, 
Luis Gonzaga de la mar, 
¡qué fresco era tu pescado, 
acabado de pescar! 


Te fuiste, marinerito, 
en una noche lunada, 
¡tan alegre, tan bonito, 
cantando, a la mar salada! 


¡Qué humilde estaba la mar! 
¡Él cómo la gobernaba! 
Tan dulce era su cantar, 
que el aire se enajenaba. 


Cinco delfines remeros 
su barca le cortejaban. 
Dos ángeles marineros, 
invisibles, le guiaban. 


Tendió las redes, ¡qué pena!, 
por sobre la mar helada. 
Y pescó la luna llena, 
sola, en su red plateada. 


¡Qué negra quedó la mar! 
¡La noche, qué desolada! 
Derribado su cantar, 
la barca fue derribada. 


Flotadora va en el viento 
la sonrisa amortajada 
de su rostro. ¡Qué lamento 
el de la noche cerrada! 


¡Ay mi niño marinero, 
tan morenito y galán, 
tan guapo y tan pinturero, 
más puro y bueno que el pan! 


¿Qué harás, pescador de oro, 
allá en los valles salados 
del mar? ¿Hallaste el tesoro 
secreto de los pescados? 


Deja, niño, el salinar 
del fondo, y súbeme el cielo 
de los peces y, en tu anzuelo, 
mi hortelanita del mar. 

Marinero en tierra [1924]


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