Cuenta la leyenda que existió una hermosa mujer guanche llamada Amarca, que vivía en las altas tierras de Ycode (Icod) y cuya belleza era motivo de envidia para toda aquella mujer que la contemplase.
Amarca, lejos de presumir de su belleza, vivía en un rústico albergue en las crestas montañosas, apartada de las miradas y las envidias de sus vecinos.
Un buen día ante su puerta se presentó Belicar, el último de los menceyes de Icod, quedándose locamente enamorado de la hermosa muchacha, no obstante ella lo rechazó.
Pronto la existencia de tan hermosa y tan humilde mujer se conoció en todo el menceyato, pero ella no correspondía a pretendiente alguno, y a su fama se añadió la condición de mujer desdeñosa e inalcanzable.
Ninguno de los que quisieron amarla pudo obtener más que una enorme decepción, incluido un apuesto pastor llamado Gariaiga, que tras mucho pensárselo reunió el valor para presentarse ante Amarca para declararle su amor.
Amarca no se dejó impresionar y despachó al ansioso Gariaiga con un gesto de desdén. Cuando él le dijo que estaría dispuesto a darlo todo por su amor, ella le recordó que también había rechazado a Belicar, y que un pobre pastor no podría ofrecer más que un mencey. Cuando Gariaiga insistió diciendo que le daría su corazón, ella soltó una sonora carcajada, poniendo fin a la conversación y a los sueños del pastor.
Con todas sus esperanzas de ganarse el amor de Amarca, Gariaiga abandonó a su rebaño y pasó un tiempo vagando sin rumbo por los bosques de Ycode. Un día, enloquecido por la pena, decidió que no viviría más y se precipitó por un barranco para poner fin a sus penas. Cuando los demás supieron de la muerte de Gariaiga, todos culparon al carácter altivo y desdeñoso de Amarca y a la forma en que rechazó al pastor. Pronto comenzó Amarca a sentir el desprecio de su pueblo, y el sentimiento de culpa hizo que cada vez se escondiese más, hasta que un buen día, simplemente desapareció.
Mucho tiempo después, un anciano aseguró haberla visto bajar de las montañas una mañana en dirección a la orilla del mar, tras lo cual se arrojó a las olas y se dejó llevar por ellas hasta que se perdió de vista. Desde entonces, aquellos que cruzaban los bosques de Icod aseguraban haber escuchado la voz de Gariaiga llamando a Amarca, tratando desesperadamente de encontrarla de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario