En la Cava de San Miguel, 17 se encuentra el Mesón del Champiñón. En los años 60 del siglo pasado, en esta calle, es donde comenzaron a surgir estos mesones, ya que anteriormente la mayoría de locales eran almacenes, tanto de carbón, bicicletas o curtidos.
El Mesón del Champión abrió sus puertas en aquellos años ocupando el lugar de un almacén de telas. Los propietarios ya tenían un bar en la zona de Carabanchel en la que servían como especialidad los champiñones. Al tener mucho éxito entre su clientela, pensaron en dedicar este mesón a su plato estrella. Tan es así, que el nombre del local está registrado, por lo que no hay otro mesón igual.
Con la visita a este local nos podemos hacer una idea de cómo eran los mesones del antiguo Madrid. De hecho, entre la puerta de acceso de la calle y la puerta de entrada tenemos un trozo de la antigua muralla.
A ser una zona eminentemente turística la mayoría de los clientes siguen siendo extranjeros en busca de la típica tapa española, aunque la tradición de los madrileños por ir de mesones es algo muy arraigado.
Todas las noches hay música en vivo y un pianista acompaña a los clientes con música de fondo, hasta que éstos se arrancan a cantar. Conoce multitud de canciones de todo el mundo y al final de la noche podemos salir con un potpourri de música del mundo en la cabeza.
Para hacernos una idea de la cantidad de clientes que vienen, sólo tenemos que saber que un viernes preparan alrededor de 100kg de champiñones, los sábados hasta 150kg y para un puente, como el de la Constitución, llegan hasta los 1.000kg.
Los champiñones son de Villamalea, un pueblo de Albacete constituído en cooperativa y que surte prácticamente a toda España.
En el Mesón del Champiñón se intenta que los champiñones tengan un tamaño específico, que cada uno sea un "bocado", ni demasiado pequeño, ni demasiado grande.
En cuanto a su preparación, que se hace de cara al cliente en una plancha que está siempre a la misma temperatura, podemos decir que el relleno es de chorizo fresco, una mezcla de ajo picado y perejil, siempre en la misma medida. Para evitar que los champiñones cogan el sabor del aceite, no se utiliza aceite de oliva, sino un aceite neutro, sin sabor, que permita realzar el sabor del champiñón. Finalmente los champiñones son rociados con limón. El secreto para que siempre sepan igual, es la mezcla idéntica de sus ingredientes.
Aunque el local sirve también otro tipo de raciones ya clásicas en estos establecimientos, los champiñones son realmente dignos de probar.
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