Cuentan las leyendas placentinas que ese pequeño Cristo, venerado en algún otro sitio, apareció tirado en plena calle. Una vecina que salia a un recado, lo encontró y dado que tenía prisa, lo arrojó al basurero. Aquel día cuando la gente pasaba por la calle escuchaban lamentos como de un moribundo. Al volver la mujer a su casa, escuchó alarmada los quejidos que salían de su casa.
Buscando en la dirección de su procedencia, quedó atónita al comprobar que se escapaban de los labios del Cristo que ella había tirado.
Al divulgarse el hecho, se decidió hacerle la hornacina y ponerlo encima de la pared para evitar que se pudieran repetir los ultrajes que motivaron el milagroso suceso.
Se pidió permiso al Ayuntamiento y al dueño de la pared, los cuales aceptaron, y el día 7 de mayo de 1.799 el Ayuntamiento da el permiso de construcción. Por lo tanto se ve claramente que la Hornacina y la Imagen son de propiedad del pueblo.
El Cristo es una talla pequeña del siglo XVI, la cual ha sido siempre muy venerada en la ciudad. Prueba de ello es que se le acoplaron a los lados de la hornacina unos farolillos de aceite, y durante decenas de años han estado siempre encendidos.
En el mes de junio de 1.999 la imagen de este milagroso Cristo fue robada de su hornacina, sin saberse hasta la fecha nada de su paradero.
La Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo” cumpliendo uno de sus fines, como es el de proteger el patrimonio de la ciudad, adquirió al escultor Antonio Borreguero, una pequeña talla de un Crucificado, la cual sustituye al original hasta que este aparezca
Texto extraído del libro:” leyendas placentinas” de don José Sendín Blázquez
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