Cuenta la leyenda que en tiempos de los Reyes Católicos. Su aposentador, Alonso de Montalbán, emprendió un viaje a las recién descubiertas Indias para asegurar allí los dominios españoles.
Cuando Montalbán volvía de su periplo americano junto con su familia y otros caballeros, un cocodrilo de grandes dimensiones les empezó a perseguir. Atemorizados ante un ser desconocido, arribaron en Portobelo.
Los castellanos, creyendo haberse despendido del temible monstruo, tomaron tierra y se dispusieron a buscar alimentos.
En esas estaban cuando el persistente caimán apareció de nuevo. Los castellanos, valientes guerreros pero también fervorosos cristianos, no se plantearon ni por un instante qué hacer ante tal fatal destino: clavaron rodillas en tierra y se pusieron a rezar a la Virgen para que les salvara de aquel enviado de Satanás.
Quiso Dios, la Divina Providencia o la suerte, que una rama, se precipitase sobre el caimán y terminara la pesadilla del aposentador real y de su familia.
En algunas versiones se dice que fue la Virgen de Los Remedios, la que invocó Montalbán, quien se apareció sobre el árbol y con su peso rompió la rama para que cayese sobre el cocodrilo. Otras apuntan a que dentro de la rama apareció una talla de la Virgen que el funcionario de los Reyes Católicos llevó consigo en el barco para que les protegiese ante posibles ataques en su regreso a España.
Fuera, como fuera, a su llegada a Castilla, Montalbán decidió construir una capilla dedicada a su salvadora en la iglesia de San Ginés y a sus pies colocó el cocodrilo disecado a modo de exvoto y los madrileños la empezaron a conocer como «La Capilla del Lagarto».
El «lagarto marino», como se conocía al animal, estuvo a los pies de La Virgen desde 1522 hasta que un día desapareció de su lugar. Que el cocodrilo no está es un hecho, las hipótesis son muchas: Una de ellas dice que fue un antiguo párroco quien, cansado de que la iglesia de llenase de curiosos que tenían más interés en ver al extraño «santo» que en rezar, decidió retirar al caimán y desde entonces no se le ha vuelto a ver.
Otras hipótesis dicen que el animal disecado está bajo el altar, que está en restauración e incluso hay quien dice que el cura se cansó tanto del cocodrilo que le tiró al cubo de la basura.
Hoy en día, el cocodrilo sigue en paradero desconocido y la iglesia de San Ginés sigue atrayendo cientos de fieles que ya no buscan en sus capillas al caimán, sino encontrarse en el lugar donde fue bautizado Lope de Vega o donde se casó Quevedo.
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