En el Madrid de los Austrias, dentro del Barrio de las Letras, discurre nuestra calle del León. En el Siglo de Oro fue mentidero de actores y representantes, dada su cercanía a los corrales de comedias y la presencia de muy ilustres escritores entre sus vecinos, Miguel de Cervantes vivió en dos y en una de ellas murió). Tuvo dos populares tertulias, en el café del Prado y el de Zaragoza, uno en cada extremo de la calle. En ella nació en 1866 el dramaturgo y Premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente, y se encuentra la Real Academia de la Historia. Señalada en planos del siglo XVII, como calle del Mentidero o del León. Se desconoce la razón de este último nombre, popularmente se dice que provino de un extranjero, indio para unos, turco para otros, que se en ella se instaló en compañía de un león enjaulado; cobrando dos maravedís a todo el que quisiera verlo y olerlo. Sobre el "Mentidero de Representantes", informa Mesonero Romanos, en su Antiguo Madrid, en el plano de Texeira y en escritos de dramaturgos de la época como Quevedo, Lope, Rojas o Villamediana. También se cita en el testamento del obispo de Cuzco, don Manuel de Mollinedo y Angulo que "tenía en Madrid la casa de sus padres en la calle del León, junto al Mentidero de los representantes".
Una leyenda milagrera recogida por Casiano Pellicer en su Tratado histórico de la comedia y del histrionismo en España, viene a reforzar la relación de la calle del León con el mentidero de cómicos, sus teatros y a los propios cómicos.
Cuenta la historia de la actriz Catalina Flores, casada con el buhonero Lázaro Ramírez, que al quedar tullida tras un mal parto, le dedicó una novena a una Virgen pintada en un retablo instalado en un nicho en la esquina de la calle del León con Santa María. Pasó Catalina los nueve días, de día y de noche ante la imagen. En premio, el 15 de julio de 1624 (que en estos asuntos milagreros conservados por el pueblo y la Iglesia siempre sobras datos), último día de la novena, la tullida colgó las muletas al pie de dicha imagen y se fue contenta a su casa. Es tradición que los cómicos, por razón de este milagro, tomasen aquella imagen como patrona de su cofradía, dándole el título de Nuestra Señora de la Novena y trasladando el retablo a una capilla en la vecina parroquia de San Sebastián, donde se ultimó la fundación de la cofradía.
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