lunes, 7 de marzo de 2022

Palacio del Pardo. I Entrega

   

   Sus orígenes se remontan a 1405, cuando Enrique III de Castilla ordenó la construcción de una casa real en el Monte de El Pardo, lugar que el monarca frecuentaba, dada su riqueza cinegética. Enrique IV, por su parte, edificó sobre la misma un pequeño castillo.

    Carlos I, el emperador,  determinó la conversión del castillo en palacio. A partir de 1544, comenzaron las obras siguiendo un primer diseño de Luis de Vega.  A partir de 1563, siendo rey Felipe II, Juan Bautista de Toledo empezó a retejar el edificio con una puntiaguda techumbre de pizarra emulando la arquitectura flamenca que tanto gustaba al soberano.   

  Felipe II fue también el responsable de ultimar la decoración del palacio siguiendo las tendencias renacentistas que venían de Italia. Se realizaron elaborados estucos y pinturas murales y varios retratos obra de Tiziano o Sánchez Coello. De toda esta decoración solo se conserva el llamado «aposento de la Camarera Mayor de la Reina», con pinturas en el techo de la Historia de Perseo, obra de Gaspar Becerra.

    El 13 de marzo de 1604 sobrevino un gran incendio que destruyó buena parte del palacio y la mayoría de las obras pictóricas allí depositadas, si bien se salvó la llamada Venus del Pardo, de Tiziano (actualmente en el Museo del Louvre). Se cuenta que cuando notificaron a Felipe III el siniestro, preguntó por dicho cuadro y terminó diciendo: «Si ese cuadro se salvó, lo demás no importa».

   El monarca decretó la reconstrucción del edificio, concediendo la dirección de la obra a Francisco de Mora.    

   Felipe V, primer soberano de la Casa de Borbón, visitó por primera vez El Pardo en 1701 y el lugar le pareció profundamente anticuado e inhóspito.  Felipe V decidió cambiar radicalmente la decoración, las pinturas fueron enviadas a otros reales sitios y las paredes se recubrieron con tapices de la recién fundada Real Fábrica.​

   El arquitecto François Carlier, transformó el palacio de 1739 a 1743, tabicó dos de las tres galerías que tenía el palacio: la Galería de la Reina y la Salón de Retratos; añadió miradores ochavados en los ángulos del Patio de los Austrias para facilitar las comunicaciones; y sustituyó los chapiteles flamencos de las torres por mansardas.  De 1738 a 1739, además, construyó la nueva capilla de planta octogonal y amplió la Casa de Oficios.   

 Carlos III disfrutaba especialmente de la estancia en El Pardo que, una vez más, se convirtió en la principal residencia invernal, allí la corte pasaba casi tres meses el año, desde Epifanía hasta Semana Santa. El rey encargó importantes trabajos de redecoración para sus aposentos y los de la reina (habitados por la infanta María Josefa), como la confección de nuevos tapices de temática campestre basados en los cartones de David Teniers o la realización de nuevos techos con estucos dorados obra de Roberto Michel.   

  Entre 1772-1773, Carlos III encomendó a Francesco Sabatini, la ampliación de El Pardo. Se edificó, al este, un nuevo edificio idéntico al viejo palacio y Sabatini los coaligó ambos a través de un pabellón central que albergaría el vestíbulo en la planta baja y las antecámaras y comedor del Rey en el primer piso. El patio central del nuevo edificio recibió el nombre de Patio de los Borbones, en oposición al Patio de los Austrias del viejo palacio. El Pardo adquirió entonces un aspecto más parecido al de un château tardo-barroco francés articulado a través de pabellones y con tejados à la Mansard.

    Para decorar el Cuarto de los Príncipes de Asturias en la nueva ala del palacio (1773-1776), se encargaron varias series de tapices a la Real Fábrica. Mengs y Francisco Bayeu supervisaron la temática de las series, que aunque mantenían un tono «jocoso y campestre» representaban escenas más contemporáneas y madrileñas. Ramón Bayeu, José del Castillo y Francisco de Goya fueron los responsables de pintar los cartones. Cinco de las siete célebres series de cartones de Goya tuvieron como destino el palacio de El Pardo.​

(Continuara)


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