viernes, 6 de mayo de 2022

Calle del pez.

    

   Situada en pleno laberinto de Malasaña, entre la Corredera Baja de San Pablo y San Bernardo, la calle del Pez encierra otra peculiar leyenda en torno a su nombre.

   Para conocerla en profundidad debemos viajar nada más y nada menos que al siglo XVIII, cuando aún vivía un conocido sacerdote, don Diego Enríquez. Él tenía en ese mismo lugar un espectacular terreno, donde no solamente tenía una casa sino también jardines y hasta una fuente.

      Una fuente que conocemos como “fuente del cura”, precisamente por ser de su propiedad.   

  Deseo de don Diego Enríquez era dividir su extensa finca en dos y ponerlas a la venta. Tal deseo coincidió con la llegada de Felipe II a la ciudad de Madrid para instalarse.

     Al final, una de las partes acabó en manos del monarca, mientras que la otra pasó a ser propiedad de Juan Coronel. En la parte de este último podíamos encontrar un precioso lago que contaba con un gran número de peces. Ellos jugaban con la pequeña Blanca, hija de Juan Coronel. El problema llegó en el preciso instante en que los albañiles que estaban construyendo la nueva casa no dudaron en coger agua de ese lago. Por lo tanto, en poco tiempo terminó por ensuciarse. Los peces fueron muriendo, aunque solo quedó uno vivo. Blanca decidió cuidarlo, con todo su amor.   


   La obra de su nueva casa terminó, por lo que tanto la pequeña como Juan Coronel decidieron limpiar a fondo ese pequeño estanque para que el pez volviera a su hogar. La desgracia volvió a aparecer, puesto que el pez no sobrevivió. De esta manera, Juan Coronel quiso grabar un pez de piedra en la entrada de la casa, años más tarde, junto a una inscripción. En ella podíamos leer lo siguiente: “Casa del Pez”.  
 

  Es un símbolo que, con el paso del tiempo, se ha respetado. Tanta importancia ha adquirido que, incluso, esa calle pasó a denominarse “Calle del Pez” en honor a esta leyenda que, desde luego, emociona y no deja indiferente a nadie. 

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