A Pirulo le conocía todo Madrid, sobre todo desde que salvó a una niña, Paloma Fraile, que fue atropellada por un tranvía en Menéndez Pelayo. La gente creyó que estaba muerta, pero Pirulo la cargó en su carrito y la llevó al hospital, donde pudo salvarse. En 1982 ella participó en un homenaje a su salvador.
Pirulo colaboró en la creación de tres comedores infantiles en la dura posguerra y ayudó al Padre Llanos en su labor social en el Pozo del Tío Raimundo.
Rasgo destacado de Pirulo fue su llaneza a la hora de tratar con los pequeños, a los que siempre consideraba personas, cuestión clave para el establecimiento de un afecto hacia él que duraba décadas.
Simpático, desdentado y "muy miedoso", según confesión propia, Pirulo formó parte del paisaje humano madrileño durante casi toda su vida. Una placa recuerda desde 1988 su memoria en el distrito de Retiro: "A Pirulo, los niños de ayer y de hoy".
Luis Ortega Cruz, Pirulo murió en la localidad madrileña de Arganda del Rey, en la residencia pública de ancianos donde vivía. Contaba 85 años.
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