martes, 26 de marzo de 2024

Calles de Madrid. Tabernillas

     

Corre de norte a sur desde la plaza de Puerta de Moros hasta la calle del Águila. Por su cercanía a la desaparecida Puerta de Moros se le concede una antigüedad de cinco siglos. 

   Con el nombre de Tabernillas de San Francisco figura en el Mss 5918 datado hacia 1626 y guardado en la Biblioteca Nacional de España. En el plano de Texeira de 1656, figura escrita Tavernillas; en el plano de Nicolas Chalmandrier (1761) como Tabernillas; y amplia su nombre a Tabernillas de Parla en los de Espinosa (1769) y Tomás López (1785). En 1835 volvió a llamarse Tabernillas, nombre que conserva en el inicio del siglo XXI.​ 

  Los cronistas consultados barajan el origen legendario de este nombre a partir de dos versiones,​ que «en tiempo de los árabes estaban aquí los despachos de vino, saliendo de puerta de Moros a la izquierda, donde estaba el fondac moruno»,​ o que hubo tabernas con el privilegio de venta de vinos de Parla.​ 

   Répide añade el dato de que aquí estuvo durante años la imprenta que publicaba las aleluyas y romances de ciego que alimentaba en la capital de España el capítulo de la «literatura de cordel».   

  Un documentado estudio de Antonio Pasies Monfort,​ permite un seguimiento de los establecimientos, tabernas o bodegas de vino que hubo en esta calle desde finales del siglo XVI.

   ​ En el siglo XX destaca Pasies Monfort los establecimientos de Tomás González (desde 1932 a 2007, sobre un local con tradición tabernera desde 1887) –tabernero ilustrado autor de varios libros– cuyos flexibles horarios quedaban advertidos por el cartel: “abro cuando llego y cierro cuando me voy”.​ Otra taberna histórica de los últimos años es La Copita Asturiana, en el número 13 de la calle, regida por José Bueno y María Mayo y ubicada en una bodega que desde 1904 tuvo varios nombres y dueños. 

    Dos personajes, uno real y otro ficticio han quedado históricamente ligados a esta calle de Tabernillas. La eligió el escritor Benito Pérez Galdós como domicilio temporal de Fortunata, una de las protagonistas de su obra maestra, Fortunata y Jacinta.​ En la segunda mitad del siglo XX a Joaquín Sabina, que como agradecido vecino de una buhardilla del número 23, le dedicó versos  de su canción Incompatibilidad de caracteres.

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