Sabíais que hasta principios del siglo XX, en Madrid, como en muchas capitales de España, se continuaban celebrando combates entre animales en los intermedios de la corridas de toros.
Imagináis en el centro de una plaza de toros una jaula donde se enfrentaban toros de lidia, leones, tigres, panteras y hasta elefantes, rodeados de una turba sedienta de la sangre de los animales.
Pues todo esto pasaba como aquel que dice, no ayer, antes de ayer.
La celebración de estos espectáculos la retomó, a semejanza de los circos romanos, el rey Felipe II, llegando al cenit de esplendor con Felipe IV que daba, personalmente, el tiro de gracia al desafortunado perdedor de la lucha desde su tribuna.
Son recogidas crónicas de estos enfrentamientos en los periódicos de la época, como el del toro Señorito con un tigre de bengala, el duelo de una cría de elefante de nombre Nerón con el astado Sombrerito. También es recogido el enfrentamiento de la elefanta Pizarrín contra cinco toros de lidia, saliendo airosa la elefanta.
Se recoge en estas crónicas la excelente acogida y los deseos de presenciar violencia y sangre de los espectadores. De hecho, en algunas casos, al no luchar, a su criterio, lo suficiente los animales o por durar poco "el espectáculo", llegaron a obligar al empresario a repetir otro día el enfrentamiento o a sacar a otro animal más belicoso.
Como podemos ver, el amor a los animales es algo consustancial con la nacionalidad española, no nos deben extrañar los comportamientos de algunos regidores actuales, seguro aprendidos de Felipe IV, con respecto al llamado "arte taurino" o "fiesta nacional".
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