Conserva la arquitectura tradicional de las tabernas madrileñas, con su mostrador de estaño, vasares de estuco, espejos y mármoles. De su serpentín, enfriado a la antigua usanza, manan el vermú y la cerveza que han sido deleite de generaciones.
Con platos típicos de nuestra ciudad y generosa con las tapas, se brinda como un foro costumbrista. En su trastienda, habilitada en comedor, se sirve una cocina enraizada en el recetario madrileño al que se añaden aportaciones gastronómicas originales. En suma, La Castela es un local donde la tradición y modernidad se funden y dan como resultado un producto exquisito.
En la Castela se puede comer de pie o sentados. En el primero de los casos, si es un viernes o un sábado noche, mejor hacerlo temprano o hacerlo con paciencia y con los codos preparados para hacernos un hueco donde poder dejar los platos, ya que suele estar hasta arriba.

Abrir la carta puede desencadenar uno de los momentos más complicados. ¿Que sucede cuando queremos comprar algo, y nos gusta todo?
Aquí nos puede ocurrir lo mismo, ya que la carta entera, incluso escrito, tiene una pinta muy apetecible. Yo recomendaría comenzar con una cecina de León, para ir dándole salida al vino.

Si cenamos en barra, como buena taberna, nos podemos llevar cierto olor a cocinilla. En el comedor no es el caso.
Como La Castela vistos desde fuera existen muchos. Pero no en todos, ni mucho menos, podemos encontrar lo que aquí. repetiréis.


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