viernes, 26 de enero de 2018

Tabernas de Madrid. el Maño

   Bodegas El Maño está en la Calle de La Palma, 64, esquina con la Calle Acuerdo, en Noviciado.
    En torno a 1905, los aragoneses Francisco Martínez y Antonio Pérez abrieron nueve bodegas llamadas "El Maño", especializadas en vino de Cariñena (Zaragoza). El vino llegaba en carros y luego en camiones, se llenaban las tinajas del sótano mediante una manguera y luego el vino subía a las tinajas detrás del mostrador mediante un ingenio mecánico.     
   Martinez y Pérez traían el vino, mientras sus empleados de confianza se encargaban de venderlo en las bodegas. Era una especie de franquicia de entonces.
  El establecimiento de la calle La Palma fue abierto en 1927. Fue renovado en los años 50 y quedó tan elegante que los vecinos la llamaron "Versalles". Su actual propietaria, Marisol Muñoz, la dirige desde 1984. Cuando adquirió el establecimiento llevaba año y medio cerrado.
  Había pasado de unas manos a otras hasta que acabaron bajando la persiana. Fue una época “complicada” para Malasaña, a finales de los 80 y principios de los 90. A partir de ahí, La Palma se convirtió en lo que ahora es la calle Pez, la calle de moda del barrio de moda. Y ella aprovechó el tirón.
     El Maño se convirtió en un sitio al que había que ir, ya fuera a tomar una caña, un vermú o a comer alguna de las raciones que ella misma prepara, y que son las mismas desde que abrió en el 94, y nada de cocina moderna. Aquí se comen bravas, albóndigas, pisto o “croquetas, que tienen mucha fama”.
      El Maño no es un bar de viejos, aunque hay gente mayor. La mayoría del público “ronda los 30 años”, algo menos los fines de semana. Los clientes son, más o menos, los mismos que cuando se abrió hace ya más de 20 años. 
    No hizo una gran reforma cuando llegó y tampoco se plantea hacerla ahora. Mientras ella siga al mando, continuarán los mármoles, la escayola del techo, los espejos de las puertas, de las baldas de las bebidas… Esa es la gracia, que no es un bar nuevo, de estos ya no los encuentras. No ha perdido la esencia.
    Un lugar local precioso con ambiente animado por las tardes. Las cañas no están especialmente bien tiradas.
    El establecimiento es mediano, con mesas para sentarse y banquetas en la barra. En sus paredes tinajas  y algunas fotos, en el techo ventiladores antiguos y lámparas sencillas y en el suelo destaca un mosaico de terrazo que al parecer  había sido realizado in situ.

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