En el lugar de las Reales Caballerizas, obra de Sabatini situada en el sector septentrional del Palacio Real, se convocó en 1932 por la Segunda República un concurso para hacer un parque público; al pasar al Estado el Palacio Real –denominado, entonces, Palacio Nacional, se cede al Ayuntamiento de Madrid las citadas caballerizas.
Derruidas éstas entre 1932 y 1934, fueron los proyectos de Aníbal Álvarez, Durán Salgado y Pérez Calvet y el de Fernando García Mercadal los que ganaron dicho concurso convocado para su ajardinamiento.
Fernando García Mercadal nombrado arquitecto municipal y jefe de Parques y Jardines se encargó del proyecto definitivo. Su construcción, comenzada en 1933, no se terminó hasta una vez finalizada la Guerra Civil, pero sin la dirección de García Mercadal, ya que el conjunto fue completado por Manuel Herrero Palacios.
Como un guiño al antiguo uso de este nuevo espacio (caballerizas reales) se colocaron dos esculturas ecuestres flanqueando las escaleras de acceso a la terraza inferior de los jardines.
Aunque ya en el proyecto original se planteaba la disposición de estos pedestales simétricos, tras la construcción del conjunto no se dispusieron las esculturas hasta la década de los sesenta.
Una de las esculturas es una figura femenina ricamente vestida montada en un brioso caballo, también engalanado. La mujer, tocada con un sombrero con pluma, se gira y sostiene fuertemente las riendas del nervioso caballo, apoyado sobre un cañón.
La otra escultura ecuestre es una figura masculina vestida a la antigua y con amplia capa en el momento de ser derribado por un encabritado caballo, que levanta una pata apoyado en un tronco de árbol. El hombre se tiende supino sobre la grupa del caballo intentando sostenerlo.
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