El Thyssen nos presenta dos exposiciones de nivel, para deleitar nuestros sentidos.
Museo Thyssen Bornemisa
Victor Vasarely. El nacimiento del Op Art.
Del 7 de junio al 9 septiembre de 2018
Exposición monográfica sobre Victor Vasarely (Pécs, 1906 - París, 1997), uno de los principales representantes del Op Art.
Organizada con fondos del Museo Vasarely de Budapest, el Museo Victor Vasarely de Pécs y la Fundación Vasarely de Aix-en-Provence, además de destacados préstamos de colecciones privadas, la muestra pretende ofrecer una visión global de la vida y obra del pintor húngaro, quien realizó lo mejor de su producción en Francia.
En la exposición estarán representadas las principales fases creativas de su carrera para mostrar un recorrido cronológico de su evolución artística. El visitante podrá así apreciar el papel fundamental de Vasarely en el desarrollo de la abstracción geométrica de posguerra y conocer, al hilo de sus principios y reflexiones teóricas, los experimentos que realizó para integrar el arte en la sociedad.
Comisario: Márton Orosz.
Monet/Boudin es la primera ocasión de descubrir a través de una exposición monográfica la relación entre el gran pintor impresionista Claude Monet (París, 1840 – Giverny, 1926) y su maestro Eugène Boudin (Honfleur, 1824 – Deauville, 1898), representante destacado de la pintura al aire libre francesa de mediados del siglo XIX. La presentación conjunta de su obra persigue no solo arrojar luz sobre el periodo de aprendizaje de Monet, sino también sobre el conjunto de las carreras de ambos artistas y sobre los orígenes mismos del movimiento impresionista.
Comisariada por Juan Ángel López Manzanares, conservador del Museo Thyssen, la exposición reúne en torno a un centenar de obras de los dos pintores, y muestra cómo el magisterio inicial de Boudin se tornó al final de su carrera en profunda admiración hacia la audacia de su discípulo, que a veces hizo suya. Entre sus intereses artísticos comunes, la exposición enfatiza su mutua atracción por la iconografía de la vida moderna –plasmada en escenas de veraneantes en la playa de Trouville-, por los efectos cambiantes de la luz –que protagonizaron la mayor parte de los pasteles y óleos de ambos pintores– y, finalmente, por la naturaleza semisalvaje de los acantilados de las costas de Bretaña y Normandía.
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