viernes, 14 de febrero de 2020

Estatuas de Madrid. Toros Ibéricos de Alberto Sanchez.

Toros ibéricos. 195 x 80 x 80 cm. Bronce.  La escultura se expone en el Museo al Aire Libre de la Castellana, obra de Alberto Sanchez, fue donada por los herederos del artista; es una ampliación en bronce, realizada a partir del original de escala menor (45 cm), que se conserva en la colección de la familia.

   La obra se enmarca en la última etapa de la vida del autor, corresponde a la obra Toros ibéricos, en la que se advierte la añoranza del artista por los temas españoles y el deseo de reanudar la obra interrumpida bruscamente por la Guerra y el exilio. Toros ibéricos es una obra representativa del gusto de Alberto por las composiciones verticales y las superficies curvas, y la tendencia a aglutinar el volumen de las figuras en un solo conjunto, rasgos estos característicos de su peculiar estilo vigoroso y expresivo. Solo rompe la masa del grupo, al introducir una oquedad en la figura más estilizada; este recurso del vacío, utilizado por Alberto a partir de 1925, se repite en algunas obras de estos años como el Pájaro bebiendo agua (1956-1958).
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 La capacidad de síntesis del artista y la intención de crear una nueva imaginería de profundas raices españolas se ponen de manifiesto en esta grácil y poética escultura, que nos trae a la memoria los populares toritos de cerámica de Cuenca. Como ocurre con otras esculturas del último periodo de su producción, enlaza directamente con la iconografía de las obras anteriores a la Guerra Civil y supone un recuerdo de la profunda impresión que le causaron en su juventud las esculturas ibéricas del Museo Arqueológico Nacional de Madrid.


Alberto Sánchez Pérez nació en Toledo en 1895, en el barrio de las Covachuelas. Hijo de un panadero, con siete años comenzó a trabajar como porquerizo y luego en varios oficios, repartidor de pan, aprendiz de herrero, zapatero, y escayolista. A partir de los 20 años fue panadero de oficio y artista. 
Resultado de imagen de Alberto Sánchez Pérez imagenEn 1907 se trasladó con su familia a Madrid donde aprendió a leer y escribir ya con 15 años de edad gracias a un amigo que trabajaba como dependiente en una farmacia. En Madrid entró en las Juventudes Socialistas donde conoció a Francisco Mateos, pintor y caricaturista. También se involucró en el Círculo Socialista del Sur, que tenía su sede en el barrio de Lavapiés, donde vivían ambos. Junto con Mateo, diseñó una Casa del Pueblo, que no llegaría a construirse. Entre 1917 y 1919 cumplió el servicio militar en el norte de África. Cinco años después de su servicio militar ya participaba en exposiciones surrealistas en Madrid. En 1927 creó, junto con Benjamín Palencia, la llamada Escuela de Vallecas, «con el deliberado propósito de poner en pie el nuevo arte nacional que compitiera con el de París», según sus propias palabras.​

  Fue visitante asiduo de los museos de Madrid, especialmente del Museo del Prado y del Museo Arqueológico Nacional, donde descubrió el arte ibérico. También solía participar en las tertulias del café de artistas en los bajos del Hotel Nacional en la calle Atocha. Amigo de Federico García Lorca, realizó algunos decorados para La Barraca.
  Al estallar la guerra civil española, Alberto se alistó en el frente de Guadarrama, hasta que, al trasladarse el gobierno republicano a Valencia, se desplazó allí, donde entre otros encargos hizo las escenografías teatrales de El cerco de Numancia de Miguel de Cervantes y Las germanies de Valencia de José Bergamín y Manuel Altolaguirre.  

 En 1938 las bombas destruyeron completamente su estudio del barrio de Lavapiés y todas las obras que en él se encontraban. Ese año, el Gobierno republicano le envió a Moscú como profesor de dibujo de los niños españoles exiliados. Una de sus realizaciones más importantes en el exilio fue la colaboración con el director ruso Grigori Kózintsev en los decorados de la película Don Quijote (1957), una recreación de los pueblos de La Mancha en Ucrania. En Rusia trabajó además en la reconstrucción de algunas de sus esculturas destruidas. En una exposición celebrada en la Unión Soviética en 1959 Ilyá Ehrenburg comentó de Alberto: “Lo que más impresiona aquí es que tras veinte años de forzoso exilio, Alberto sigue siendo español y artista por los cuatro costados. Tercamente español y tercamente artista.”
  Falleció en Moscú en el año 1962. Sus restos permanecen en el cementerio Vvedénskoye de la capital rusa.


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